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das Mystische 2.1

África

África

A cambio, ¿qué pueden perder? ¿La vida? ¡¿Qué vida?!
Jorge Mauro de Pedro. Historias para no dormir.

¿Hay vida después de la pantalla? ¿Existen árboles, en el exterior, tan verdaderos (y a la vez tan falsos) como esos árboles gigantescos que quedan impresos en la pantalla a pesar de nuestro asombro? En esta ocasión, sin embargo (¡no confundirse!), voy a hablarles de las cosas que suceden a nuestro lado en otra pantalla, en la pantalla extendida y expandida del cine, en concreto en la pantalla del cine de entretenimiento que, como todo el mundo sabe, es el cine verdaderamente importante, el cine que tiene algo que decirnos, el cine que a fin de cuentas nos interesa (1). En estos días, han coincidido en nuestras pantallas dos joyas cinematográficas que han hecho las delicias de los amantes del género fantástico y de terror. Me estoy refiriendo, como muchos ya habrán adivinado, a La pesadilla de Darwin, de Hubert Sauper, y El jardinero fiel, de Fernando Meirelles. Ambas comparten algunas de las características que han hecho del cine de terror uno de los géneros con más seguidores y más taquilleros del momento. Desde Stanley Kubrick sabemos que si existen fantasmas es que existe algo más allá del olvido, algo que no termina con la muerte; como señala David Saavedra en la recién nacida Ce2puntos todo el cine de terror reseñable en la actualidad parte de este supuesto (2). Pues bien, tanto La pesadilla de Darwin como El jardinero fiel están repletas de fantasmas, de muertos vivientes que luchan por salir de la muerte en un infierno de pesadilla, de vivos que mueren en dudosas circunstancias a manos de verdugos invisibles, de muertos que regresan del olvido, hasta llegar a nosotros, en flashback de dudosa eficacia. Si el miedo, según apunta el director de cine Walter Salles, es uno de los temas principales del mundo en que vivimos (y eso explicaría el renacimiento del género de terror), el miedo de "La pesadilla" y de "El jardinero" es un miedo que, en sí mismo, sin mayores dificultades, explica un mundo; pero ambos largometrajes, además, suponen un paso adelante en la explicación científica del miedo, en la refundación del miedo. El gran acierto de estas ficciones (no hay que olvidar que una buena película no es más que una buena ficción) es haber inventado un continente, "África", donde ocurren sucesos que no permitiríamos en nuestro mundo de no-ficción, en nuestro mundo "real". ¿Se imaginan ustedes vivir en un mundo donde, a pocos pasos de nuestra propia casa, enfrente mismo de nuestras costas, sucedieran cosas tan horribles como las contadas en los filmes de Sauper y Meirelles? ¿Qué conciencia podría vivir en paz si estas ficciones envenenadas, construidas por mentes enfermas, resultaran ser ciertas? La historia de un (a primera vista) simple pececillo, "la perca del Nilo", de insana e increíble voracidad, da pie, en La pesadilla de Darwin, a una no tan simple historia de pesca, pescadores y pescados, a una fábula de las consecuencias imparables de la globalización donde globales, globalizadores y globalizados juegan conjuntamente a un juego bastante parecido al de la evolución, pero de consecuencias terroríficamente devastadoras. En "La pesadilla", obreros y prostitutas conviven con niños que son abandonados, sodomizados o drogados entre montañas y montañas de basura. Los aviones (¡nuestros aviones!) transportan muerte con insultante apariencia de vida; y, al final, el pececillo de marras acaba cocinado, ¡cómo no!, rico y feliz, en nuestra propia mesa. Además, cuando todo termina (o parece que en alguna parte termina), los hombres acaban dedicados al triste juego de la guerra (3). ¿Puede alguien decirme si todo esto no provoca, por sí mismo, un miedo imposible, inenarrable? El jardinero fiel, en cambio, es la historia de aquellos que se acercan hasta el continente inventado, hasta "África", con la intención de ofrecer soluciones a esos fantasmas que están a punto de morir, que parecen ya muertos. Las grandes compañías farmacéuticas "occidentales", las "multinacionales" (4), envían sus nuevos productos al continente africano experimentando con ellos en seres humanos, y comprobando sus efectos benéficos y sus contraindicaciones. Resultado: cuando el producto en cuestión resulta altamente peligroso, los seres humanos se mueren como fantasmas; el alto coste de una posible modificación del producto hace que éste siga distribuyéndose, y con él que también siga distribuyéndose la muerte (5). La protagonista de la película, una activista concienciada que denuncia ante "los suyos" las prácticas de las farmacéuticas, es asesinada por una mano invisible (¿les suena?, ¡la mano invisible!), con lo que, como en el caso de La pesadilla de Darwin, vida y muerte se entremezclan dando forma final a un cuadro fantasmal donde los fantasmas acaban degustando el amargo sabor del beneficio. En la enumeración de argumentos fantásticos que hicieron Borges, Bioy Casares y Silvina Ocampo, dentro de su famosa Antología de la Literatura Fantástica, figuran algunos que, después de ver las películas comentadas, acaban resultando extremadamente familiares; entre estos argumentos figuran: "argumentos en que aparecen fantasmas", o bien "argumentos con acción que sigue en el infierno". Resulta tranquilizador pensar que las películas de Sauper y Meirelles pertenecen, conforme esta clasificación, al género fantástico o de terror (y, por tanto, al cine considerado como entretenimiento) y no pertenecen, en cambio, a ningún género documental o realista que pretendiera explicar, bajo el prisma de la verdad o de la verosimilitud, la verdadera realidad de nuestro mundo real. Los fantasmas pertenecen, afortunadamente, a las historias de fantasmas. Además, sólo de pensar en la posibilidad contraria, la pantalla se deforma vencida, insoportable.
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(1) "Que el cine no pertenezca al conjunto de las artes no es un desdoro. Muchas artes han ido y venido por el tobogán y los laberintos del quehacer humano; muchas han sucumbido (...) . Es evidente que a los inventores del cine, a los hermanos Lumière, les traía sin cuidado que su invento fuera o no fuera un arte. Tampoco le importaba nada en absoluto ni a Griffith, ni a Dreyer, ni a Keaton, ni a Hitchcock, ni a ninguno de los grande directores de la etapa del mudo. Lo que querían era ganar dinero lo más dignamente posible". Félix de Azúa. Diccionario de las Artes.
(2) "Si de algo tienes miedo es de esa sensación irracional de tener miedo". David Saavedra. Cine de Terror. Para pasarlo de miedo.
(3) "Esas guerras que después trataremos de paliar con nuestras misiones humanitarias, nuestra verborrea de funcionario de Bruselas, nuestra hipocresía antiamericana… porque en este cuento, somos nosotros los malos. No hay republicanos fascistas ni familiares de Bush ni la sombra pérfida de Washington. Hay, eso sí, residuos colonialistas —mirando un mapa de África, sigue sorprendiendo la inquietante presencia francesa, ¿les he contado alguna vez que una de las causas del genocidio ruandés fue una disputa francófona? Mejor otro día, no se me vayan a deprimir—. Residuos de una Europa sonriente, encantada, dialogante. Podrida". Jorge Mauro de Pedro. Historias para no dormir. Miradas de Cine.
(4) Observar cómo la presencia y la actitud de algunas multinacionales puede afectar directa o indirectamente a las poblaciones con las que Médicos Sin Fronteras trabaja, y examinar el impacto negativo de algunas empresas multinacionales en dichas zonas, es el objetivo principal de Globalización, multinacionales y poblaciones en peligro, de Vanessa Kanoui. Interesados en estos temas pueden echar un vistazo, además, a El negocio de la gripe aviar, o bien leer entre líneas este otro artículo publicado por Alejandro Nadal en el mexicano La Jornada y sacar, si se atreven (y es posible), sus propias y arriesgadas conclusiones.
(5) Muerte no distribuida únicamente por la "iniciativa privada", sino legalizada y administrada (al menos, en esta "ficción") por la "iniciativa pública". 1.500 puestos de trabajo en Gales, obra munífica de la benemérita multinacional, hacen que el gobierno (¿laborista?), o al menos algunos funcionarios del gobierno, observe con buenos ojos las andanzas de la compañía farmacéutica. ¿Iniciativa privada? ¿Iniciativa pública? En fin...

2 comentarios

pini -

el cambio de traje me encantó.
voy a tener que ponerme a tono (aunque jamás me vista de azul).